13 Ene

En una época en que la acción está orientada a obtener resultados el slogan “todo lo que tú puedes hacer” se torna en imperativo, en una obligación. De este modo el estar ocupado se convierte en algo meritorio: hay poco tiempo, hay asuntos que atender, hay necesidades que satisfacer. La persona se sumerge en un torrente de urgencias que deben ser atendidas de inmediato, y junto a ellas aparecen nuevos actores que se encargan de promoverlas y multiplicarlas. Todo esto forma parte de lo que llamamos la tiranía de lo urgente[gC1] , que favorece la aparición del hombre ocupado.

Al hombre ocupado se le hace muy difícil detenerse a considerar lo importante. Trabaja para vivir y el tiempo que le queda -como diría el escrito alemán Goethe- le asusta tanto que hace lo que sea para perderlo. Al ritmo frenético de lograr hacer la propia vida uno solo, se le suma una serie de necesidades innecesarias que deben ser atendidas: comprar, viajar, consumir, entretenerse, “ser feliz”. El llevar la propia acción a la búsqueda de bienes que se satisfacen instantáneamente hacen que este hombre obtenga todo más rápido pero que, a la vez, pierda proyección, se decepcione y pierda la ilusión por la vida. Su proyecto de vida se convierte en algo tan estrecho como estrechos son sus deseos rápidamente satisfechos.

En su libro Momo el escritor irlandés Michael Ende narra la historia de una pequeña niña que tenía el talento de escuchar. Momo escuchaba de tal manera que hasta a los bobos se le ocurrían grandes ideas, que a los tristes les devolvía la alegría, etc. Le dedicaba tiempo a aquello que consideraba importante -sus amigos-. Es por ello que cuando llega el momento difícil Momo está preparada. En la historia aparecen los hombres grises, ejecutivos que se encargan de robarle el tiempo a la gente para subsistir. Capturan la atención de la gente haciendo pensar que más importante que su propia vida (amigos, familia, circunstancias, etc), es lo que ellos pueden lograr y lo que pueden comprar. Así todos los personajes en la historia se dejan seducir y su vida pierde encanto y se hace gris. La única que no cae en la trampa y salva a su ciudad es Momo.

El individualismo ha desvirtuado y desvalorado el uso del tiempo, haciéndonos pensar que lo importante soy yo o lo mío. Pero observamos frecuentemente que con esto el hombre no cultiva su personalidad. Pierde conexión con lo real, con los demás. Deja de llenar su vida de contenido. Parece que vale por lo que tiene. Y cuando eso desaparece cae rápidamente en la desesperación. Este modo de vida -el individualismo- que debemos estudiar cada vez más a fondo, acaba con la singularidad de la persona y la trata tan sólo como una pieza del sistema. El totalitarismo no es solo posible en el comunismo, también lo es con el individualismo y con el capitalismo… Pero volvamos…

La historia de Momo nos ayuda a comprender que la disponibilidad es una actitud clave para el hombre moderno y para el hombre de cualquier época. Pues la encontramos en aquella persona que ha sabido reconocer lo que vale la pena en su vida y que ha sabido dedicarle tiempo. La paradoja es que Momo, aquella que pierde horas y horas escuchando a los demás, es la única que tiene disponibilidad para poder hacer algo por su entorno, mientras que los demás se dejan llevar por lo urgente. Y es que al final, como dirá el filósofo Gabriel Marcel, no estar disponible consiste en estar demasiado ocupado consigo mismo.

La disponibilidad, vemos con Momo, la encontramos en una persona que no vive principalmente para sí misma: la madre que atiende a su hijo, el joven que ayuda a un anciano. Y esto es consecuencia de: 1. Una disponibilidad interior: una conquista en la que se lucha por dedicarle tiempo a lo valioso, que nos permite caer en la cuenta de su valor. 2. Una disponibilidad exterior: manifestación de la interior, en la que observamos que se hace el bien no por obligación, no como un robot, sino de un modo natural, sencillo y alegre: porque me da la gana.

El hombre disponible -a diferencia del hombre ocupado siempre propenso al burnout- es capaz de ir formando una gran libertad de espíritu, con la que logra interiorizar lo que le gusta con lo que debe hacer. Le lleva a vivir una vida deportiva, alegre, una especie de aventura.

Otro aspecto que se desarrolla con la disponibilidad es la iniciativa y el interés: lleva a preocuparse por los demás y por la realidad, lleva a ocuparse -paradójicamente- y a profundizar. También desarrolla la paternidad espiritual: la capacidad de educar, de acompañar, y de desarrollar la confianza que es el fundamento de una sólida autoridad. Y, por último, lleva a tener en la vida un horizonte claro en que las propias convicciones son un lugar sólido donde se desarrolla -y a ayuda a los demás a desarrollar- la personalidad.

En nuestro tiempo la sobre concentración en nosotros mismos y en otras cosas que carecen de importancia nos ha llevado a un nivel de cerrazón -de no disponibilidad- frente a las cosas valiosas. El estudiante, demasiado ocupado en divertirse y entretenerse, que no estudia porque le falta apertura e interés por la realidad; el adulto que ya no tiene tiempo para acompañar -de desarrollar su paternidad- porque tiene mucho trabajo; el joven que no encuentra verdaderos amigos porque cada uno está en lo suyo y se le dificultad compartir algo en común. Y esto sin duda alguna nos muestra una gran carencia de esta actitud en nuestra época.

Quizás, con la dificultad para acceder a las cosas importantes de la vida, podemos decir que esta falta de disponibilidad es uno de los grandes motivos de la indiferencia y de diversos trastornos psicológicos que se presentan actualmente. La dificultad para acceder a la riqueza de lo real, de los otros, de mí mismo, podrá resolverse, en buena medida, con la existencia de algunos Momos, con la existencia de personas disponibles, que nos ayuden a acceder nuevamente a lo esencial.

Gabriel Antonio Capriles Fanianos
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