10 Jun

Vivimos una época en la que los “malos” parecen robarse el show, bien sea en la cotidianidad de nuestras vidas o en niveles superiores de la sociedad, siempre encontraremos a alguien que obtiene algún tipo de beneficio de forma deshonesta, y lo más preocupante de este creciente fenómeno es que a medida que se hace común, de igual forma se vuelve aceptado. Como ciudadanos del mundo todos estamos llamados  a dirigir nuestras acciones de la forma más honesta posible, no solo en aras de alimentar nuestros propios valores, sino además, que esto pudiera ser una iniciativa muy rentable para nosotros mismos y de quienes nos rodean.

Alrededor del planeta conseguimos organizaciones tanto públicas como particulares fomentando el valor de la honestidad, lo cual indica de forma implícita que los beneficios de obrar con integridad son palpables, aunque también es importante entender que ante alguna decepción por falta de resultados positivos luego de una vida honesta, los antídotos son la paciencia y la voluntad de mantenerse incorrupto ante un sistema que aparenta ser apto para los más “vivos”.

Si después de una vida correcta alguien elige obrar de forma inadecuada sólo por conveniencia o presión, su conciencia y parte de la sociedad que funciona correctamente le pueden pasar factura, además de correr el alto riesgo de descalificarse para funciones que puedan dejar bienestar duradero y un ejemplo que no sea reprochable o vergonzante para él y su familia. Generalmente  quienes obtienen rápida y fácilmente fortunas sin una cuota responsable de sudor y desvelos, no adquieren junto al dinero la capacidad de administrarlo correctamente y de valorar lo que pueden hacer con él más allá del disfrute inmediato.

En síntesis, quienes tienen la verdadera valentía de dirigir sus pensamientos y acciones con honradez, estarán aportando una cuota de esperanza a nuestra ya muy quebrantada sociedad, queda de parte de cada uno de nosotros asumir la forma de cómo queremos llevar nuestro presente y cómo esto nos afectará en nuestros años venideros. No debemos dejar que por malas actitudes de algunos, desarrollemos una falta de fe en el futuro.

Alexander Mata

Artículo publicado en Robleciencia